sábado, 10 de julio de 2010

¿No vas a comer?

-¿No vas a comer?
-Si Papi ahora como.
-¿Qué has comido hoy?
-Desayuné.
-¿Pero no has visto la hora que es?
- Si pero aun no tengo hambre.
-Tu nunca tienes hambre. Hasta te olvidas de comer.
-¡Ya será menos Papá!
- Venga siéntate que te pongo de comer.
-Bueno, vale.
-Siempre protestando.
-¡Pero si no he dicho nada!-
-Y no se calla la jodía chiquilla, ella siempre tiene que decir la última palabra.
-¿Qué dije….?

Mi padre se va para la cocina y yo me rio.
En el fondo tenía razón, me enrollo en cuarenta cosas y me olvido de comer.
¿Qué había desayunado? A ver.. ¡Así , un vaso leche con cacao y medio bocata de jamón con mantequilla! Eso fue a las ocho de la mañana.
Miro la hora, son casi las tres. El viejo tiene otra vez razón.

No es que no me guste comer, todo lo contrario, me encanta, lo que como que me gusta lo disfruto. En realidad como de todo.
¡Menos judías! Ahgggggggggg esas que se usan para la fabada. Ninguna me gusta, ni las blancas, ni las negras, ni las pintas… Y mi hermano se pirra por las judías blancas con vinagre.
Recuerdo que cuando era pequeñita en Barcelona cuando vivíamos con mis abuelos las hacían y para mí siempre cocinaban otra cosa porque no me las podía tragar y venga a beber agua. Yo creo que las ahogaba en la barriga jajaja Al final desistieron de hacérmelas comer.

De resto, como de todo y pruebo cosas nuevas encantada. El problema no es que no coma por algún motivo concreto. Simplemente que me olvido de comer y aguanto un motón de horas sin comer y luego reconozco que soy muy lenta y me lleno enseguida.
De pequeña podía estar una hora de reloj para comerme un simple sándwich, desesperando al que me esperaba.

Mi padre me pone unos platos de esos trincheros del restaurante bien llenos, a él no le gusta que nadie pase hambre. Los clientes, pocos se terminan sus platos, pero él es un artista de la cocina.

Desde que mi padre dejó de navegar por esos mares de Dios como decía mi madre, tenía yo once años, desde entonces se dedica a la hostelería. La vida familiar la hacemos en el restaurante. Yo por la mañana ayudo llevando el chiringuito de la terraza y por la tarde voy a la escuela de turismo. Regreso, hago los deberes, ceno y me marcho a casa en la guagua porque mis padres y mi hermano que es mayor, van más tarde, sobre la una de la mañana cuando cierran.

Antes yo comía en casa, mi colegio está enfrente mismo de casa. Pero en una ocasión mi hermano se pillo la gripe y no podía ir a trabajar y al final se quedo con la movida y se chivó a mi padre de que no comía y desde entonces me obligan a ir al restaurante, ya no me dejaron comer más sola en casa.

- Bueno aquí tienes. Me haces el favor de no levantarte hasta que te lo hayas comido todo.
- Papa, me pones mucho .
- A comer.

Pepe está enfrente escuchando todo y se ríe. Cuando mi padre se va de nuevo a la cocina me dice burlón:

- Como te levantes sin comer se lo digo a tu padre.
- ¡Venga ya tío. Chivato! – y me rio.
- Jajajaja, tu no comas y verás.

Yo miro ese tremendo plato de espaguetis boloñesa, que tiene una pinta y un olor divino, pego un suspiro y pienso:

-¡Adelante, Ana, a ver hasta donde llegas!

Pepe es amigo de mi hermano Santy desde hace tiempo, el invierno anterior trabajaba en el restaurante Nápoles que está enfrente del nuestro. Él se iba todos los veranos ha hacer la temporada en Ibiza y cuando regresó en octubre, mi padre le ofreció trabajar con nosotros en el Grill Casa Santy, en la calle Bernardo de la Torre, en Las Palmas.

La primera noche que llegó, mi hermano y él se iban de marcha a la discoteca y yo volví loco a mi hermano para que me llevara con ellos.
Mi hermano tiene casi cinco años más que yo. Lo convencí y él a mi padre. Y nos fuimos los tres de juerga.

Ese verano que Pepe estaba en Ibiza yo había empezado a los quince añitos a salir con mi hermano de marcha a las verbenas. Venían al restaurante sus amigos a buscarlo.
Una noche iban a la “Verbena del Lechón” en Arucas, y yo le comí el coco a unos de los amigos que se llevaban muy bien conmigo. Yo estaba en la barra y les servía y al final convencieron a mi hermano y él al viejo.
Iba súper cuidada, con de diez a quince hermanos mayores. No llevaban ni a una novia ni a una hermana, yo era la única chica que iba, jejeje decían que yo no les cortaba el rollo y estaban a su aire.
Todos eran mayores qué yo. El problema era qué, a ver quién ligaba con tanto hermano mayor, no dejaban que nadie se me acercara jajaja, pero me lo pasaba en grande.

Así que cuando llegó Pepe me faltó tiempo para apuntarme. Me faltaban un par de meses para los dieciséis. Él tenía los veintiséis recién cumplidos. Me miró, miró a mi hermano y le dijo:

- ¿Tu padre la deja ir?
- Aní enróllate.- Decía Santy.
- Anda Santy llévame, que más te da.
- Venga Santy, vamos a llevarla hombre.
- Bueno, está bien, se lo voy a decir al viejo.

Y nos fuimos en el Volkswagen cucaracha de mi hermano. Estuvimos en la Discoteca JEROME 2000, allí actuaba un primo mío con su compañero. Mi primo Manolín tocaba los bongos y cantaba y el otro tocaba el órgano eléctrico.
Cuando bajamos la escalera vimos a una señora de uniforme con una fregona en medio de la pista, yo les dije:

- Mira, como el show de Carol Burnett, jejeje

Nos sentamos en la barra y pedimos algo de tomar. Mi primo empezó a cantar un bolero de Lucho Gatica que me encanta, Reloj no marques las horas.
Y le dije a mi hermano:

- Santy vamos a bailar.
- No que estoy controlando a aquella “periquita”

Miro hacia donde miraba él, y veo a una chica que era aprendiza de una peluquería de unos amigos de mi madre que estaba en nuestro edificio. Estaba sentada con unas amigas y lo miraban y se reían.
No es por nada pero mi hermano es un guaperas, alto, delgado, muy simpático, y para los chistes una pasada. Te lo pasas muy bien con él, es muy divertido.

- No cambias tío.
- Jajajaja

Cogí a Pepe del brazo y lo baje de un tirón de la banqueta.

- Pepe, vamos a bailar nosotros.

No le di oportunidad a negarse.
Nos fuimos a la pista. Nada más bajar el escalón sentí: ¡¡¡Chaffplas!!!
La pista llena de agua jajaja. Resultó que no era ningún show, se había roto el aire acondicionado y salía el agua por la pista jajaja

De repente, mi primo deja de cantar, baja a la pista y el muy cachondo me remanga a mi los pantalones y vuelve a subir a cantar. (Debe ser de familia jajaja)
Al final decidimos subir a bailar al pasillo.

Yo me colgué del cuello de Pepe como si fuera mi hermano, con la misma confianza.
Él, el pobre, no acertaba a donde poner las manos.
Yo iba con un vaquero blanco ajustado, y una blusa sin espalda con una lazada al cuello.
Delgadita, unos 50 kg y 1´68 de estatura.
Donde quiera que Pepe tocaba era carne y él trataba de mantener el tipo y las distancias.
Y solo se le ocurrió decir:

- Que dulce eres bailando.

Yo lo miré, me sonreí y le dije riéndome:

- Como en todo.

Él se puso tan nervioso que me dijo:

- ¡Anda niña, vamos a sentarnos!

Jajaja, sinceramente, no había nada más detrás de esa frase, fue inocente, y el doble sentido de la frase sin pretenderlo. Cosa que con mi sentido del humor, a veces me metía en problemas sin pensarlo. La edad.
Como me decía mi abuela “Juventud, divino tesoro”
Siempre me lo decía por lo trasto que yo era, solo una loquilla divertida. Nada más.

Pero claro, Pepe ya era un hombre y tenía díez años más que yo y pensó que era mejor retirarse a tiempo.
Cuando llegamos a la barra, me fui al baño y a mi hermano que le falto tiempo jejeje se lo mira muy serio y le dice.

- ¡Oye tu! Que esa es mi hermana pequeña.
- ¿Qué pasa Santy? Que yo se respetar.

Llegué del baño y disimularon. Yo de esta conversación me enteré mucho más tarde.
Al final cerraron la discoteca por el rollo del agua. Pasamos una noche increíble.
Terminamos dando un paseo por la playa de las Canteras.

Fue el comienzo de una gran amistad.